La dieta mediterránea es un modelo dietético que se definió y comenzó a estudiar en los años 50, y que actualmente es bien conocido, ya que cuenta con múltiples beneficios para nuestra salud.
Algunos estudios como el PREDIMED han mostrado que este patrón dietético puede reducir en un 30% la incidencia y la prevalencia de enfermedades cardiovasculares, revertir el síndrome metabólico, y prevenir el desarrollo de diabetes y demencia senil, entre otras muchas cosas. Pero, ¿en qué se basa esta ‘dieta’?
Primeramente, excluye alimentos muy procesados (ultraprocesados) pues al tratarse de un modelo tradicional (anterior a 1950) este tipo de productos no se incluían en la alimentación cotidiana, de hecho en muchas regiones, la mayoría, ni siquiera existían y los pocos que había no llegaban. Por tanto, se basa en alimentos mínimamente procesados (Comida real).
La base de esta alimentación es vegetal, es decir que principalmente se consumen frutas, verduras, cereales integrales y legumbres, siendo esta última la fuente principal de proteínas y quedando en un segundo plano los alimentos de origen animal.
También diariamente se incluyen el aceite de oliva virgen y los frutos secos, ricos en grasas de buena calidad nutricional (como el omega-3) y antioxidantes.
La fuente principal de proteína animal son los pescados, siendo su consumo semanal algo más frecuente que el de las carnes, cuyo consumo es ocasional.
Las carnes principalmente son aves (pollo y pavo) y conejo. El cerdo forma parte de muchas de las recetas tradicionales de numerosas regiones mediterráneas, pero la cantidad que se consumía del mismo era mucho menor que la actual. Por ello, aunque se incluyan productos de matanza de forma opcional, estos deben ser parte de platos a base de verduras y/o legumbres, solo ocasionalmente y en muy pequeña cantidad.
También de manera reducida, aunque más frecuente que la carne, contamos con huevos y derivados lácteos (yogures y quesos)
Aunque en este modelo en ocasiones aparece el vino (generalmente tinto), su consumo está desaconsejado debido a que los supuestos beneficios que se le atribuyen se consiguen con el consumo de otros alimentos, como uvas, evitando así la ingesta de alcohol, ya que se encuentra dentro del grupo 1 (nivel más alto) de la clasificación de agentes carcinógenos para el hombre, y cualquier cantidad del mismo se considera que puede aumentar el riesgo. Por tanto, sería un punto a evitar.
Por último, encontramos sabores y fondos típicos de esta gastronomía, que se consiguen gracias a la cebolla y al ajo, a hierbas como el perejil, albahaca, tomillo, orégano, laurel… y a especias como la pimienta, el anís o el clavo, aunque en esto cada región tiene su particularidad, e incluso dentro de cada hogar la variedad de condimentos utilizados varía enormemente.
Referencias
https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?pid=S0034-98872016000800012&script=sci_arttext